Tecnología Informal

085. Conanbatt: Pandemia

  • 1:22:48
  • Tue Dec 16 2025
  • Temporada 2 • Ep. 47
  • pandemia
  • cuarentena
  • covid19
  • argentina
  • histeria colectiva
  • libertad
  • resistencia civil
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En este nuevo episodio de Tecnología Informal, vuelvo a un terreno muy personal. Es un registro para Luna, donde cuento cómo viví la pandemia en Argentina desde un lugar distinto: la desobediencia. La decisión de no acatar la cuarentena desde el primer minuto, los choques con la policía, los rituales del miedo, las reuniones clandestinas y el contraste brutal entre narrativa oficial y evidencia médica. Una historia de resistencia civil, incentivos de poder y costos personales. 🔗 Encontrá todas nuestras búsquedas abiertas en: silver.dev/jobs 🎓 Prepará tus entrevistas con Interview Ready: https://ready.silver.dev/ #tecnologiainformal #silverdev #founderstory #conanbatt #memorias

"Tenés dos opciones: te volvés a tu casa o te arrastramos a vos y a tu hija."

"Te estaban pidiendo hacer rituales para mantenerte en estado de pánico."

"La cuarentena fue un muro de Berlín en la casa de cada persona."


Hoy vamos a tener otro episodio especial de Tecnología Informal. Vamos a hablar de un evento que me marcó la vida a mí, a muchas personas en el mundo y también en Argentina. Vamos a hablar un poco de lo que fue esto como un evento histórico, porque a mí, como millennial, me tocó ver muchos eventos importantes que marcaron a mi generación.

Por ejemplo, en 2001, no solo la parte argentina, que fue muy importante, sino el evento global: el ataque a las Torres Gemelas. Yo tenía 16 años cuando lo vi en la tele, estaba mirando cuando ya había caído una torre, estábamos entre el primero y el segundo avión. Fue un evento que cambió la percepción del mundo sobre la seguridad global, generó guerras, cambió cómo era viajar en avión. Antes de eso, por ejemplo, ahora que vas al aeropuerto y te piden las zapatillas, eso es por 2001; antes no te las pedían, era mucho más relajado el tema de seguridad en los aeropuertos. Se creó un pánico global, no se podía viajar, fue algo que marcó mucho a mi generación.

También, como millennial, viví el 2008. En Argentina fue muy distinto, porque no sufrimos el 2008 específicamente, fue un evento particular de la historia nacional. Pero la crisis financiera global fue muy importante en cómo cambió la forma de manejarse en Europa y Estados Unidos, que tomaron caminos muy distintos para lidiar con crisis financieras. Además, fue el nacimiento de Bitcoin, que vino en gran parte como respuesta a esa crisis.

Obviamente, también me tocó pensar en eventos históricos que marcaron la identidad argentina, aunque no los viví. Como millennial, el evento canónico que se debate es la dictadura del 76 o la hiperinflación del 89 de Alfonsín. Son dos grandes eventos que marcaron, por ejemplo, una predilección enorme por tener dólares sobre pesos en este país, o la señal política antimilitar, anti ejército, antidictadura que fue el 76. Somos un país que tuvo muchos golpes de estado a lo largo de su historia, pero ese fue el último y generó un cambio en la sociedad.

Obviamente, cuando uno ve los registros históricos de estos eventos, está todo contado por personas que tienen sus propias ideas, sus propias agendas. Ves al que está a favor, al que está en contra, al que está en el medio, al que se quiere hacer el loco. Hay un montón de cosas. Yo soy una persona muy experiencialista, me gusta preguntarle a la gente cómo lo vivió. Le pregunté a mis padres, a sus amigos, a su generación, cómo vivieron la hiperinflación, la dictadura, qué les pasaba. Las historias, cómo lo perciben, es algo muy distinto a lo que te dice un registro histórico, que ya es un resumen de un montón de medios, en lugar de lo que vivió cada persona, cada individuo.

Estos eventos marcaron generaciones y se van perdiendo a lo largo del tiempo, pero viven una o dos generaciones más. Estoy seguro que vos, Luna, cuando crezcas, en algún momento vas a decir: "Papá, ¿cómo fue la pandemia? Porque yo ya existía, yo ya nací cuando pasó la pandemia, ¿cómo fue?" Bueno, este episodio es un registro histórico para vos, para que entiendas cómo fue tu primera crisis global, también argentina. Vos estuviste ahí, lo viviste, lo sufriste, aunque como eras bebé no lo podías interpretar. Vas a tener este registro histórico mío, experiencialista, contándote cómo fue.


Cronología personal y contexto previo

Primero, en noviembre de 2019 nacés vos, Luna. En esa época yo había tenido un problema con la visa, no había llegado a tiempo antes de que vos tengas que nacer, así que fue inconveniente el cronograma de tu nacimiento. Nuestro plan era quedarnos acá y estabilizar la situación cuando vos estuvieras lista para viajar, y volver todos a Estados Unidos. Era una decisión hecha, era un accidente que estuviéramos en Argentina, y era totalmente temporal. Teníamos un alquiler temporal, no teníamos muebles, no teníamos obra social. Imaginate: el hospital, tu nacimiento, lo pagué en efectivo, en una bolsa de cash, porque no tenía obra social.

Pero para diciembre de 2019 pasó algo muy raro en las redes: empezaron a surgir videos de chinos mostrando situaciones donde la gente colapsaba en la calle. Eran muy raros, parecían actuados, pero era difícil concebir que alguien actuaría semejante cosa. Esto es época pre-AI, no estaban generados, tenías que pagarle a un tipo para que actúe que se estaba enfermando. Era un conjunto de videos variados, donde venía gente y rescataba gente del piso. El video requería una convicción del otro lado, pero no estaba en YouTube ni en redes sociales occidentales, sino en servicios falopa, no registrados, no sabías quién lo había publicado, no había control. Eran videos truchos, muy difícil de entender qué pasaba, pero había alguien con la intención de mandar ese mensaje: "Se está muriendo gente de una enfermedad en China". Eso generó mucha intriga en internet, pero era difícil de creer.

Las noticias de que estaba pasando algo en China con una enfermedad eran reales, había noticias sobre eso, y empezó a haber un poco de investigación, pero era poco creíble, así que internet no le dio mucha pelota. Para enero, la CDC empezó a decir: "Che, hay algo que está pasando en China, vamos a ver qué onda, hablar con científicos, evaluar qué pasa". Fue un periodo donde todo el mundo lo ignoraba, porque todos los años hay alguna gripe, enfermedad, y nunca termina siendo algo importante.

Me acuerdo de una charla muy importante de Balaji, un personaje de la industria tech, muy importante en Coinbase. Balaji es famoso por hacer predicciones locas, tipo "en 10 años desaparecen los estados y cada persona es un estado en sí misma". Él es biólogo, epidemiólogo, y leyendo lo que pasó en China, dijo: "Se viene una bomba mundial, prepárate que se van a cerrar todas las fronteras, procesos migratorios, resurgimiento del nacionalismo, vas a quedarte encerrado en tu casa". Era literalmente increíble, yo no lo podía creer.

En esa época yo estaba trabajando en una startup de salud, Circle Medical, que ayudaba a médicos a atender pacientes clínicos. Empezamos a leer las minutas de la CDC, que publicaba casi diariamente noticias sobre el virus, si salía de China, quién era el afectado, etc. Las noticias iban subiendo la temperatura: se estaba esparciendo, muriendo gente, estaban estos videos, algo pasaba. Nuestra preocupación era: si viene alguien con diagnóstico, ¿sabemos que lo tiene? ¿Llamamos a la CDC? ¿Cuál es el riesgo para los médicos? Los médicos estaban muy nerviosos, la mitad del personal estaba muy nervioso sobre el protocolo para no enfermarse, porque una de las noticias era que se estaban muriendo médicos. Decían: "No me quiero morir, ¿qué hacemos?" Ahí empezamos a poner protocolos: todos con máscara, tomar recaudos.

Leíamos lo de la CDC, eran como papers que sacaban en dos patadas, no es lo mismo que un estudio ciego, pero venía con cierto nivel de confianza, tenía sentido. La comunidad científica y médica empezó a decir: "Sí, esto es lo que está pasando". Había consensos que ya se sabían en enero/febrero de 2020: esta enfermedad no afectaba a los chicos, no se transmitía en aviones (muy importante), y no se transmitía en espacios abiertos, solo en cerrados. Como la gripe.

Para febrero empezó a esparcirse el tema y el mercado de Estados Unidos empezó a reaccionar. Yo seguía mucho más las noticias de Estados Unidos que de Argentina. Se volvió canon un evento donde Andreessen Horowitz dice: "En nuestras meetings nadie se da la mano". Los medios tradicionales los burlan: "Mirá estos VC, qué gallinas". Pero ya había una reacción privada, la gente decía: "Por ahí esto es mucho más grande de lo que imaginamos".

Nosotros ya veíamos en las visitas médicas que bajaban, la gente decía: "Si tengo un problema de largo plazo, por ahora no voy al médico, no sé si me expongo a que el médico me contagie de COVID por otro paciente".

Me acuerdo que en enero, vos tenías un mes y días, y te llevo al RENAPER de Libertador para sacarte el DNI y el pasaporte, porque teníamos que irnos. Estuvimos una hora tratando de sacarte una foto, porque un bebé de 40-50 días no tiene los músculos de la cara desarrollados, se te caía toda la cara, no salías bien en la foto. Nos reímos con el staff, estaba todo vacío porque era enero en Argentina. La mejor foto que sacamos, nos dijeron: "No podemos ponerle un pasaporte a esta foto, volvé dentro de un mes". Volvimos, y la gente del RENAPER te reconoció: "Ah, vos sos la nena de la cara que se le caía todo". No me aceptaron eso, y le decía a Vicky: "Vamos a tener que volver en unas semanas". Vicky me dice: "Igual no hay apuro, podemos elegir cuándo volvemos". Pero yo seguía todas estas noticias y decía: "No sé si me quiero arriesgar, supongamos que cae un meteorito en la Embajada de Estados Unidos y se cae todo esto, si no nos estampan el pasaporte no nos podemos ir". Le dije: "Hacelo por las dudas". Terminan haciéndolo al mes siguiente, y la visa estampada que tienen tanto Vicky como vos, Luna, tiene la fecha del 25 de febrero de 2020. Esto va a ser importante después.

Para febrero ya estaba caliente el tema, ya todo el mundo sabía lo que era el COVID, ya estaban los medios principales, se contaba cuánta gente tenía COVID en cada país. Era un momento donde los países publicaban cuántas personas tenían COVID positivo, porque eran focos de infección, y cuando entraban al país los testeaban y los encerraban dos semanas.


El quiebre global: Italia y el pánico

La locura empezó en marzo. En Italia surgió una noticia: se estaba muriendo mucha gente, en una zona pasaron de cero a 50 muertos por día. Había una ciudad donde colapsó el hospital, había más gente que necesitaba cuidado de la que el hospital podía mantener, y se estaban muriendo afuera del hospital porque no los podían atender. El pueblito dijo: "Todos se quedan en su casa, nadie puede salir, tenemos que prevenir que se infecte más gente". Eso fue un quiebre en el pánico global, cerca del principio de marzo.

En simultáneo, en Estados Unidos, el virus entró por Seattle. La costa oeste tiene mucha más relación con Asia, así que si venía el virus de China o Japón, probablemente entraba por California o Seattle. El primer caso notorio fue en Seattle: una persona enferma visitó a su papá en un geriátrico, se infectaron todos y se empezaron a morir los del geriátrico.

En esta etapa, ya se sabía en salud que el COVID era riesgoso para poblaciones de riesgo: gente grande o con enfermedades cardíacas o respiratorias. Se sabía que a los chicos no los afectaba y a adultos de 30-40 años en buen estado de salud, no era un riesgo importante. Pero pasó esto en Italia y decían: "Se están muriendo 50, 100 personas por día". Lo que no se sabría hasta años después es que, de esa tasa de mortalidad, por debajo de 50 años era menos del 1%, y todo lo que se moría era gente de 70 para arriba. No digo que no sea serio, pero es muy distinto pensar que hay algo que mata a todos a algo que afecta a una población de riesgo.

Italia reaccionó súper fuerte, hizo un protocolo muy fuerte: la gente se quedó encerrada en su casa, movieron al ejército. Todas las imágenes eran el ejército obligando a la gente a quedarse en su casa, cerrando oficinas, espacios públicos, escuelas, todo. No podías caminar por la calle. Ahí empezó el pánico global, el punto de quiebre donde pasó de ser una noticia rara a "se pudrió todo".

En Argentina no había casos en esa época, o muy pocos, pero era nota de atención: "En algún momento va a entrar, alguien que viajó a Europa lo va a traer". El presidente de ese momento, Alberto Fernández, dijo explícitamente: "No se preocupen, pueden viajar, no vamos a cerrar los aeropuertos". Eso va a ser terrible después.

El control migratorio en Argentina para ver quién tenía COVID era un desastre, no era serio, era un test opcional, hacían dos test por día y nadie lo hacía. El pánico de Italia fue un cambio de mood, de intención de todas las personas, y se propagó por Europa. Todos los países dijeron: "Si le pasa esto a Italia, me va a pasar a mí". De Italia a Francia no hay nada, entonces empieza Francia, Alemania, todos los países europeos empezaron a decir: "¿Queremos llegar al momento de Italia donde se muere mucha gente? No". Empezaron a hacer las medidas de Italia antes de que llegue la situación de Italia. Se volvió una situación de lockdown, de encierro, de cuarentena.


El rol de los medios y la histeria colectiva

Lo que también pasó con Italia fue un cambio: fue una noticia tan importante e impactante que los medios empezaron a manijear la pandemia, a manijear la cuarentena. ¿Qué significa "manijear"? Es poner: "Mirá todo lo que está pasando", porque la gente quería saber, entonces los medios decían: "Mirá todo lo que se está muriendo". Empezaron a alimentar el pánico, los medios se dieron cuenta de que les convenía, son sus incentivos, pero eso propició que el pánico se expandiera a nivel global.

Para mediados de marzo, Argentina tuvo sus primeros casos de COVID confirmados. Había uno que se había ido de viaje, hizo una fiesta privada e infectó a alguien, no me acuerdo, había dos casos. Desde el gobierno dijeron: "Vamos a hacer como Europa", empezaron a masajear a la población con los medios: "Uy, no queremos que llegue lo que le pasó a Europa". Decían: "El COVID dura dos semanas, si nos quedamos todos en casa dos semanas se muere el COVID y lo matamos". Obviamente eso no puede funcionar, no podés controlar a todo el mundo, pero empezaron a masajear a la población de que se venía una cuarentena cerrada.

Todos los gobiernos decían: "Vamos a cerrar todo y dar asistencia social a los negocios para que sigan pagando sueldos". Eso trajo problemas de incentivos que voy a mencionar en un ratito. El debate público era pánico por un virus y además "hay que cerrar todo".

Es difícil transmitir lo que es una histeria colectiva, que a todos les agarre un raye a la vez, en la misma dirección. Todos pensando en lo mismo, en la misma afirmación, la misma interpretación, y todos van a hacer lo mismo. Es una cosa extraña, porque la histeria colectiva es crear una ficción y hacerse de cuenta que es verdad. Es una manufactura de una verdad humana, artificial, no viene de la naturaleza, viene de nosotros como humanos creando esta narrativa y actuando como si fuera verdad, con la idea de que nuestra interpretación va a ser verdad.

Es real esta manufactura, porque aunque sea demostrablemente equivocada, genera un comportamiento en las personas. Si te ponés en contra, te aplastan. Podés tener razón y que te aplasten igual. Es peligrosísima una histeria colectiva, porque no te podés poner enfrente, te arrolla.


El encierro y la reacción personal

Para mitad de marzo pasó algo loco: yo te sacaba a pasear, Luna, porque eras un bebé que gritaba todo el tiempo, y tenía que salir de la jaula que era un departamento de dos ambientes. Te llevaba mucho a un shopping abierto, el Distrito Arcos. Me acuerdo de ver carteles de empleados reclamando: "Deberíamos estar en casa, no nos hagan trabajar, nos ponen en peligro". Pensaba: "Si sos empleado y pensás que ir pone tu vida en peligro, simplemente no vayas". Pero pasó algo con esto de que "los negocios van a cerrar y les vamos a pagar igual", que generó el incentivo de "si me dejan en casa cobro y no tengo que trabajar". Generó un incentivo a querer que te encierren. Pensé: "Esto va a salir mal".

Había un video del shopping Alcorta, todos aplaudiendo, pidiéndole al shopping que cierre. Yo pensaba: "¿Qué se imaginan que les va a pasar con sus trabajos? No les van a pagar. No son dos semanas de vacaciones, son dos semanas de que se desploma toda la actividad económica". No estaban pensando con claridad la consecuencia de lo que se venía.

Había una histeria colectiva, empezando a decir: "Todos tenemos que estar encerrados, el que dice que hay que estar afuera es peligroso". No podías salir en un medio y decir: "Gente, hay que seguir la vida normal, y los que tienen la enfermedad que se queden en su casa". Si decías eso, te arrollaban. Había una demanda genuina de la gente para encerrarse, de que haya una cuarentena donde no puedas salir de tu casa.

Yo soy contrarian por naturaleza, y además era más fácil para mí haber sido contrarian en la pandemia porque trabajaba en salud, leía las cosas de la CDC todos los días. No me triggereó un pánico porque sabía que no era cierto, que no era una representación correcta de lo que pasaba. Ya venía resistente a esa histeria colectiva.

Pero hubo un punto claro donde dije: "¿Se volvieron todos locos?" Fue cuando anunciaron que cerraban las plazas públicas y prohibieron salir a espacios abiertos. Eso pasó en todo el mundo, en Europa, en LatAm y mucho en Argentina. Ese fue un momento de quiebre para mí, porque ya sabía que no era peligroso. Es más, era más peligroso quedarse en casa: si uno tenía COVID y todos estaban dentro, todos se iban a infectar. Afuera no había infección. Sabía que había un reclamo, un pedido por parte de los estados durante la cuarentena que era estrictamente falso y que se sabía falso. Dijeron algo sabiendo que estaban mintiendo.

En ese momento me di cuenta de la diferencia entre una reacción de salud pública y los incentivos del poder. De la misma manera que los empleados soñaban con cobrar sin laburar, había esta conveniencia de que el político decía: "Ah, puedo cerrar a todos en su casa, ahora puedo decirles y hago lo que se me encanta". Es un momento donde no puede salir mal para mí, porque quedo como un héroe, tomando la dura decisión de pelear contra los nazis, y la gente me va a respetar por eso.

Yo no entré en esa. Sentí un profundo rechazo instantáneo sobre lo que se estaba haciendo. Estaban mintiéndole a la gente para asustarla, y la asustás para controlarla, para pedirle cosas, para sacarle cosas. Todo este plan general de los estados era encerrar a la gente y después manejar subsidios y plata a la gente que le prohibían trabajar. De facto, toda la gente trabaja para el estado, y el estado ahora decide quién trabaja y quién no. Fue un incentivo de poder. Los políticos se volvieron extremadamente poderosos durante la pandemia de manera inmediata y lo lograron con el apoyo de la gente, porque había una demanda genuina para que hagan eso.


El inicio de la cuarentena en Argentina

En Argentina, el día donde empieza la cuarentena fue el 20 de marzo de 2020. Todos los medios durante el día estaban adelantando: "Hoy se viene una cadena nacional, van a hacer un anuncio importante", masajeando a la gente para que sepan que se viene la cuarentena. Ya estaba implícito en los mensajes.

Yo ya había tomado una decisión personal explícita e innegociable: voy a desobedecer completamente los mandatos del estado. No me iba a dejar controlar, no iba a entrar ni en la historia colectiva ni iba a dejar que saquen provecho de mí. Estaba profundamente enojado y decidí desobedecer.

El anuncio de la pandemia fue un DNU que hizo el presidente Alberto Fernández y empezó cerca de la medianoche. Yo estaba en casa, empieza la cadena nacional, me pongo un pantalón, un buzo, agarro las llaves y salgo del departamento, porque sabía que el tipo iba a decir: "Ustedes se van a quedar encerrados en su casa", y yo iba a desobedecer desde el segundo uno. Era muy importante para mí defenderme de eso.

Llegué a ver el anuncio, o parte del anuncio, en un supermercado chino a la vuelta, donde había personas haciendo compras antes del día siguiente, para stockearse. En el anuncio empezaron a hablar de limitaciones, que no se terminaba más, era un toque de queda: te tenías que quedar en tu casa, no podías trabajar, no podías ir a espacios públicos, se cerraban las escuelas. Era un anuncio del cercenamiento de libertades básicas, y se hablaba como si fuese un esfuerzo nacional y heroico, pero era simplemente un control, porque eran falsas las cosas que decían.

Me acuerdo que tenía el toque de queda: después de las 10 de la noche no podías tener reuniones privadas ni estar afuera de tu casa. Además, estabas obligado a usar una máscara en cualquier situación con más de dos o tres personas.

Estar en contra de algo te da mucha claridad mental. Ver a tu adversario como adversario te deja entender qué quiere, qué hace y cómo se comporta. Mi compromiso de desobedecer desde el minuto uno me dio esa claridad. Me ayudó a verlo de manera crítica, no de una manera "quiero que funcione", sino "quiero que le vaya mal". Yo no quería que la cuarentena funcione. Cuando veo lo que hacen, digo: "Mirá todas las cosas que están haciendo y están mal". Eso es claridad, no es bias. Te deja ver cosas.

Mi primera crítica al manejo de la cuarentena fue que el anuncio de la cuarentena violaba la cuarentena: era post 10 pm en una sala llena de gente sin máscara. Ya me acuerdo de ver eso y decir: "Mirá a esos tipos que te quieren cerrar en tu casa y ellos no cumplen nada de lo que dicen". Ni siquiera pueden dar el ejemplo. Era todo falso, todo mentira, una conveniencia de la política de turno.


Primeros días de cuarentena y la desobediencia

El 21 de marzo, al día siguiente, Luna, te puse en el carrito y te saqué a la calle. Estábamos en Cañitas, no había una persona, nada. Cuadras y cuadras totalmente vacías. El acatamiento de la población a la cuarentena fue total. Yo fui el único.

Mi ritual diario antes de la cuarentena era salir tres o cuatro horas por día con vos. Dormías mucho, te hacía bien caminar afuera, te llevaba al shopping, caminaba un montón. Si no, me volvía loco. Las calles estaban vacías, excepto por policías. A la cuadra y media aparece una mujer policía que me frena y, con cara de pánico, me dice: "¿Pero qué está haciendo, señor? ¿Está loco usted? ¿Está poniendo en riesgo la vida de su hija?" Yo pensaba: "Primero, no afecta a los chicos, eso ya es falso". Pero esta persona estaba en la histeria colectiva, más un power trip por ser policía que estaba "salvando al mundo". Me dice: "¿Qué hacés acá? Te tenés que ir a tu casa, vos no podés estar en la calle, se van a morir todos". Le digo: "Trabajo en salud, esto no afecta a los chicos. No hay nadie en la calle, puedo caminar tranquilo, no pasa nada. No me voy a enfermar y si me enfermo es problema mío". Me dice que me tengo que volver a mi casa y que si no me volvía iba a llamar a un fiscal. Le digo: "¿Ese es el siguiente paso del procedimiento? Bueno, traiga al fiscal". Levanta el walkie, caen tres policías más, me piden el DNI. Están los tres policías hablando, tocando el DNI, violando los protocolos de salud. Gente que me trataba de asustar porque yo no podía salir a la calle porque "se iban a morir todos", prácticamente estaban transando. La situación los superó, no entendían, era totalmente nuevo esto de violar derechos constitucionales, que la gente no podía salir por la calle. Llaman a un jefe de cuadrilla, que me dice: "Tenés dos opciones: te volvés a tu casa o te arrastramos a vos y a tu hija". Yo no me acuerdo de eso. La policía estaba en su modo "estoy salvando al mundo". Esa es la histeria colectiva. ¿Vos querés pararte enfrente de eso? Yo digo: "No". Además, tengo una hija. Si estuviese solo, hubiese dejado que me arresten, hubiese hecho desobediencia civil ahí. Pero soy padre, tengo que cuidarla a ella también.

El 21 de marzo, al día siguiente, salí solo a la calle. No salí con Luna, necesitaba más movilidad y empecé a mapear dónde estaban todos los policías de Cañitas, en qué esquina, para dónde miraban, para dónde caminaban. El 23 de marzo, salí con Luna otra vez, ya sabía cómo darle la vuelta al barrio para que no nos encuentre la policía.

La cuarentena fue un plan con ganadores y perdedores desde el inicio. Había gente a la que le cerraron el negocio, la vida, la escuela, el trabajo, y otros que tenían permiso para seguir operando con normalidad. Pero cuando vos operás con normalidad y todos están encerrados, sos un privilegiado. A ese equipo privilegiado se le decía "personal esencial". ¿Quiénes estuvieron marcados como esenciales? Los medios. Los medios estaban exceptuados de las restricciones y vivieron la cuarentena como una nobleza, una aristocracia. Eran personal esencial, tenían impunidad, iban por la calle y si veían a alguien lo increpaban: "¿Vos qué hacés en la calle? Yo tengo permiso, vos no". A cambio de este beneficio, que venía con plata porque todos los medios empezaron a recibir plata del Estado, tenían libertad. ¿Y a cambio de esto? Eran escribas del gobierno. Tenían que decir las noticias del gobierno, todos pro Alberto Fernández, pro cuarentena, pro miedo, pro cercenar libertades, constantemente asustando a la gente, ridiculizando a los que no cumplían la cuarentena.

El Estado era de facto dueño de todos los diarios. Hay una foto de Alberto Fernández con la mano arriba de diez tapas que todas decían lo mismo, como empezó la cuarentena, y él en la foto haciéndose el langa, como si controlara todo. Los medios lo sacaron en una revista vestido de Superman. Era terrible el manijeo a favor. No había un medio que pudiera hablar en contra del Estado, porque perdía su libertad y su plata, su subsidio, sus ingresos. Imposible.

Un caso famoso fue el del surfer: un tipo que se había ido a Brasil de vacaciones y volvía en auto a su casa, cumpliendo la cuarentena. Lo frenan los medios, lo increpan, le ponen cuatro micrófonos: "¿Qué hacés rompiendo la cuarentena?" Él dice: "No estoy rompiendo la cuarentena, estoy yendo a mi casa". Los medios: "Vos no podés estar afuera, tenés que estar encerrado". Él: "Estoy yendo a mi casa". El surfer le dice: "¿Y vos por qué no estás en tu casa?" El periodista: "No, yo soy personal esencial, no tengo que cumplir la cuarentena". El surfer: "Mirá qué lindo, así que al virus le importan todas estas cosas, mirá qué interesante". Tenía razón, lo ridiculizaron, lo persiguieron a su casa, lo grabaron en el patio. Fue un ciclo donde los medios decían: "Mirá a este guacho, mirá a este hijo de puta". Y tenía razón.

Esto pasó mucho. Hubo un deportista que hacía remo y se fue solo, en un bote, en el Río de la Plata. Le mandaron un helicóptero para perseguirlo. ¿Qué hace ese afuera de su casa? La locura fue total.


Brotes de desobediencia y el botoneo

También hubo brotes de desobediencia, porque no toda la gente quería seguir esto, ni se podía ejecutar. Encerrar a toda la gente en la casa era imposible. Mi favorita fue una nota de los medios: patrulleros yendo a La Matanza, y les tiraban piedras para que se vayan los policías. Los patrulleros se van. Los medios: "Mirá qué salvajes, no cumplen la cuarentena fundamental, es tierra de nadie". Yo pensaba: "Tienen razón, se están defendiendo de tipos que los quieren encerrar en su casa". En Capital no lo hacía nadie, todos se encerraron, todos lo pedían. Es muy importante: la gente pedía quedarse encerrada en su casa, lo pedía vía demanda.

Esta cuarentena, donde tenías que quedarte encerrado en tu casa, supuestamente duraría dos semanas. Era obvio que era mentira, porque no había durado dos semanas en ningún país de Europa, menos iba a durar acá. Ya te decían que iba a durar dos semanas y era mentira porque la iban a extender. Te mentían todo el tiempo. El objetivo nunca fue la salud pública, el objetivo era responder a esos incentivos: con la gente encerrada, yo tengo el poder, hago lo que se me canta. Si ellos podían salir, no cumplían la cuarentena, no tenían que cumplirla. La cuarentena la cumplían los boludos, es la realidad.

La habían extendido en Italia, en Europa, empezaron a hablar de qué empresas iban a rescatar o no. Si tenías una empresa grande y querías salvarte, tenías que ir a pedirle un favor a un político. Dios sabe el nivel de corrupción que habrá habido en Argentina y en todo el mundo con esto.

La gente lo pedía, la aprobación pública de Alberto Fernández llegó al 80%, alguien que después se fue de la presidencia con una de las desaprobaciones más altas de la historia argentina, y en ese momento estaban todos enamorados. Yo pensaba: "Esto se va a dar vuelta, porque la gente está pensando así porque está asustada, pero en algún momento se van a despertar".

Los argentinos que siguiendo las sugerencias del presidente, que era que te podías ir de viaje, no iban a cerrar los aeropuertos, quedaron varados afuera del país. Pasó de "no vamos a cerrar los aeropuertos" a "te quedaste afuera, problema tuyo macho, no hubieses viajado". Hay argentinos que se quedaron en EEUU más de 10 meses sin poder volver al país. Yo los conocí, les hablaba, fui uno de ellos, ya vamos a hablar de eso. No podías volver al país, y los medios te sacaban burla: "Mirá estos irresponsables que decidieron viajar en medio de una pandemia". El gobierno argentino, uno de los pocos del mundo, cerró todas las aerolíneas excepto Aerolíneas Argentinas, y controló con total unilateralidad quién entraba y quién salía del país. No te dejaba entrar al país excepto por la aerolínea bandera, y después sacaban propaganda: "Mirá qué genios que somos, nosotros decidimos a quién traer, repatriamos argentinos con nuestra aerolínea bandera". Sí, porque cerraron las otras. La gente varada en el aeropuerto de EEUU tenía que suplicarle a la embajada argentina que les manden plata para subsistir, que les pongan un hotel, que los pongan en algún avión. Un avión que ellos cerraron. Te rompieron las piernas y después te pedían las gracias por ayudarte.


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El desgaste de la cuarentena y la vida cotidiana

Fue terrible esto. Pero para las dos semanas, ¿qué pasa? Es imposible mantener una cuarentena. Es muy difícil encerrar a la gente porque un día te lo bancás y después te das cuenta de que, che, pará, yo salía mucho de casa, hay muchas cosas que no se pueden hacer ahora. Tenía un turno con el médico, un trámite, tenía que ir al supermercado. Empezaron a aparecer excepciones muy extrañas y era difícil entender qué se podía hacer y qué no.

Una de las restricciones era: ¿qué pasa si tenías un perro? Si tenías un perro y estabas cerrado en tu casa, te llenaba de caca el departamento. Entonces no podías salir de tu casa excepto tengas un perro. Explotó la adopción de perros para poder salir. La gente se conseguía un perro para poder salir. A mí me amenazaban con un bebé, pero si conseguías un perro podías salir de tu casa.

Esto de que fuimos más restrictivos de lo que imaginábamos hizo que todos los días anunciaran una nueva normativa: "Sí, podés salir de tu casa, pero dos cuadras. Podés ir a un super, pero cinco". Pero la policía, si te frenaba, ¿podía chequearlas? No. Si me paraba un policía y le decía: "Estoy yendo al super", ¿qué super? "El que está ahí, qué sé yo". Empezó este problema de que la policía tampoco quería ejercer las normas, eran difíciles de ejercer y no las querían ejercer. Se empezó a relajar el toque. A las dos semanas se empezó a ver un cierto relaje y ya empecé a ver otra gente en la calle, gente sin perro.

El gobierno sacó un número de teléfono para denunciar a otros que violan la cuarentena. Fue un high point del gobierno, tanto de la ciudad como el nacional. El primer día de esta política hubo 10 veces la cantidad de denuncias que contagiados de COVID oficiales. Tenías 10 contagiados oficiales de COVID en el país, 100 denuncias por día de gente violando la cuarentena. Un botoneo constante y total. La gente se sumó a este botoneo, denunciaban a los vecinos con la excusa de deber ciudadano. Fue como denunciar brujería en el 1500. La gente encontró una manera de castigar a otros gratis, con el velo de "proteger a la sociedad argentina".

En mi edificio pusieron hojas reclamando que si ven que alguien se fue de viaje, lo denuncien. Si ven una valija de viaje, que lo denuncien. Decía eso el mensaje. En todas esas hojas que pegaron en el ascensor, en las paredes, en la entrada, yo escribí: "Son todos unos comunistas". Lo escribí ahí en todos los avisos. Hijos de puta, me dio una bronca.

El miedo al COVID en algunos edificios excedía su supuesto sentido ciudadano. Otra cosa que pasaba era que a las 10 de la noche empezó la onda de aplaudir para los médicos, pero los edificios empezaron a prohibirle a los médicos entrar a su casa, porque trabajaban en un lugar con COVID. Aplaudían a la noche y no los dejaban entrar a su departamento. Era una locura esa época.

La histeria colectiva se apoderó de la gente por semanas, no fue un momento de pánico de cinco minutos. Fue algo de semanas, de meses. La locura fue total.

Las recomendaciones del Estado eran ridículas. Alberto Fernández, el presidente, dijo: "Tomate caliente que te va a ayudar". No tenía ningún sentido. La gente empezó a decir: "¿Cómo tomate caliente? Este tipo nos está diciendo qué hacer y no tiene idea". Una de mis favoritas era la de lavar los víveres del supermercado: pasarle lavandina, jabón o alcohol a todo lo que comprabas, y a los picaportes de las puertas, porque supuestamente el COVID vivía para siempre en la manija. Mi mujer le agarró esto y un día estaba limpiando un paquete de papas fritas Lays. Le digo: "Esto no lo hiciste nunca en tu vida, no tiene sentido, no hay evidencia de esto". Yo ya sabía, porque leía los resúmenes de la CDC. Era porque te estaban pidiendo hacer rituales para mantenerte en estado de pánico. Era parte de la psicosis colectiva. ¿Cómo te vas a agarrar una gripe de un paquete de papas fritas? Estamos todos locos.

Marzo y abril de 2020 se sintieron como años. De repente estabas en tu casa todo el día y la vida online explotó. Twitter, Facebook, todo el uso de herramientas digitales explotó. Las startups de tecnología, justo la industria en la que estoy, les fue re bien. Zoom pasó de tener 2 millones de usuarios a 500 millones en tres meses. Fue una locura. Fue un intento de cambio de muchos trabajos que tradicionalmente eran presenciales a remoto. Los programadores ya teníamos trabajo remoto, pero muchos trabajaban presencial. Esta fue la primera vez que trabajaban remoto. Se sumaban herramientas como Zoom, Meet, y el trabajo remoto digitalizó mucho más las interacciones. Las startups vivieron un boom, tecnología vivió un boom.


Relajación, resistencia y vida clandestina

Para mayo empezó a haber un poco de relajación de las normas, empezó la fatiga de cuarentena. Si tenías hijos la pasaste re mal porque no había escuelas, no tenías nada para hacer con tus chicos. Miraron pantallas a lo loco, te volvías loco, necesitabas violar la cuarentena un poco, porque si no, te matabas.

Yo iba a un coworking en esa época, aunque era remoto, iba a trabajar a un coworking, Neco Coworking en Cañitas. Pero los coworkings estaban cerrados. ¿Qué hice en mayo de 2020? Me busqué un Airbnb a seis, siete cuadras de casa, un buen ambiente, lindo. Me quedé ahí un mes, mes y medio, dos meses. Empecé a salir todos los días, salía de casa y me iba al Airbnb donde trabajaba, tranquilo. ¿Por qué tranquilo? Porque Luna eras un bebé y gritabas todo el día, era imposible trabajar con vos. Necesitaba salir de esa casa. Además, me daba la excusa de que siempre podía decir: "Me estoy yendo a mi casa", y decir que era el Airbnb. Nunca lo tuve que usar, pero me dio un poco más de valentía.

Era un momento donde la policía te frenaba: "¿Qué estás haciendo acá?" Yo estaba trabajando en Circle Medical, que había perdido toda la clientela en persona. Todo el mundo pensaba que la cuarentena se iba a cortar en cualquier momento, y no pasó. Todos los negocios que pusieron en su plan "vamos a resistir" la estaban sufriendo mal, porque se estiraba cada vez más.

Yo tenía ganas de irme de Circle Medical y estaba entrevistando en Robinhood, que me hizo una oferta. En la cuarentena a Robinhood le fue bárbaro, espectacular. La gente tenía mucha más plata porque no la gastaba saliendo, sus ingresos no sufrieron porque había tanto subsidio que la gente cobraba igual, estaban en casa aburridos con plata. Excelente, me encantó, muy pro esto.

Mientras hacía el proceso con Robinhood, tenía mi cuevita anticuarentena, el monoambiente de Airbnb. Ahí planifiqué mi resistencia a la cuarentena: empecé a organizar almuerzos, meriendas, cenas, invitaba amigos, familiares, conocidos, a romper la cuarentena. Era literalmente ilegal juntarse a tomar un café con alguien, pero yo dije: "Acá hay libertad, podés venir, podés quejarte, podés estar a favor o en contra de la cuarentena, podés hacer lo que quieras. Te invito a un vino, un almuerzo, una cena, invito yo, vení, resistimos juntos toda esta cagada".

Me acuerdo de una cena específica: dos comensales eran pro-cuarentena. Les digo: "No entiendo, estás acá, estás rompiendo la cuarentena". Era parte de esta historia colectiva: todos actúan como que es verdad, pero en el fondo piensan que es falso, y tienen disonancia cognitiva.

Hay un estudio interesante de psicología: metían en una sala cinco personas y dibujaban una forma geométrica en un pizarrón. Cuatro eran plantados, uno era el sujeto. Ponían círculo, decían círculo, cuadrado, decían cuadrado. En un momento ponen un triángulo y todos dicen cuadrado. El sujeto, la primera vez, se ríe y dice: "¿Qué les pasa? Es claramente un triángulo". Pero después, cuando todos dicen la forma incorrecta, el sujeto empieza a decir la forma incorrecta también. Se siente obligado a decir y pensar algo, pero en el fondo piensa distinto. Vive en un estado donde no puede congeniar estas dos cosas. La cuarentena fue eso: mucha gente estaba a favor de las restricciones, pero las rompía, porque era muy difícil de cumplir.

De esa cena, salimos los cuatro, nos paramos, y un patrullero frena enfrente. Fue el único momento donde sentí miedo legítimo de que nos iban a arrestar. Era inexcusable a las 10 de la noche salir medio en pedo, cuatro adultos, de un lugar. Pero el patrullero siguió de largo. No sé si nos perdonó o estaba en otra, pero el miedo fue real.

La gente pensaba que era correcto y responsable cumplir con la cuarentena. Yo fui ampliamente criticado por ser anti cuarentena, por violarla, por decir desde el día uno que la rompí y no la iba a cumplir nunca. Fui criticado por familiares y amigos muy cercanos: "Sos un irresponsable, ponés a tu hija en riesgo". Yo les decía: "No hay riesgo, no hay esto". Me decían: "Tenés que acatar las órdenes del Estado". Ser anti cuarentena no solo te llevaba a esa crítica, sino que te burlaban, era motivo de burla, ridículo público, difamación. Te denunciaban a vos, te denunciaban en tu trabajo. La locura era total.

Fue una época de soledad, para muchos, porque todos estaban encerrados, perdieron vida social, trabajos, espacios públicos. Pero yo tuve una soledad distinta: no conocía a nadie que había tomado un nivel de desobediencia por principios como lo hice yo. Me sentí solo, como que estaba luchando solo contra un monstruo indestructible.

El gran refugio para los desobedientes fueron las redes sociales. Todos los medios estaban comprados, pero en las redes sociales no tiene sentido el concepto de que los compren. Sí había mucha censura: si decías "la cuarentena está mal", por ahí te bloqueaban el tuit, te lo borraban, te hacían shadowbanning, pero lo podías decir, cosa que en los medios tradicionales era imposible.

En Twitter encontrabas a otra gente que estaba violando la cuarentena. Ese fue un momento importante de unidad y resistencia.


Carlos Maslatón y la resistencia pública

Sería ridículo hablar de la pandemia en Argentina sin hablar de Carlos Maslatón y sus cientos de miles de seguidores. Él, al primer aviso de la cuarentena, hizo un anuncio público bancándolo: "Dos semanas te lo banco", pero cuando lo extendieron, ya al principio de abril, llamó a la cuarentena una dictadura, llamó al gobierno argentino una dictadura. En esas dos semanas donde me sentí muy solo, ver que Maslatón salió en los medios, en Twitter, denunciando que era una dictadura, que era la cuarentena cavernícola, fue un gran faro de luz, una señal de que no estaba solo. Alguien se expuso mucho para poner un paraguas y decir: "Esto lo podés decir, acá lo podés decir". El miedo era que si lo decías te denuncien y vayas en cana.

El gobierno decía: si violabas la cuarentena ibas a ser arrestado. El presidente Alberto Fernández, en una conferencia de prensa, dijo que si encontraba a la gente que violaba su DNU iba a hacer la denuncia correspondiente a la justicia. El Congreso se había cerrado, no se hacían sesiones, no se pasaban leyes, la justicia también se cerró. Había solo un gran poder político: el presidente. Esa es la definición de una dictadura. Eso es lo que decía Maslatón, eso es lo que decía yo en ese momento. No había ningún tipo de resistencia al DNU que cercenaba la libertad de circular en tu calle, en tu barrio.

Cuando Maslatón salió a los medios hablando de esto, fue burlado e insultado por esa postura. No es que le dijeron "estás equivocado", ni siquiera eso, lo burlaron. Pero la señal fue clara para gente como yo: no estábamos solos.

A Maslatón le gusta hablar de que descubre las afiliaciones morales y políticas de la gente preguntándoles cuál es su postura de la Segunda Guerra Mundial: "¿Sos aliado o sos del eje?" Cuando la gente dice "de ninguno", es del eje, porque nadie se anima a decir que es nazi en público. Él lo ve así. Yo no lo veo así, para mí el evento global que me interesa para evaluar la moral y la ética de la gente es el Muro de Berlín. El Muro de Berlín es una historia fascinante: un día unos comunistas pusieron un muro, no le avisaron a nadie, pusieron el ejército, armaron una muralla en un día, y vos estabas del lado del este, te quedabas ahí. Si querías cruzar, te disparaban a matar. Aún así, hubo gente que se animó a cruzar la muralla, algunos murieron, otros lo lograron.

Pero esta muralla, que tomó 26 años en caerse, tuvo gente que la apoyó. Hay gente que es pro-muro de Berlín, pro poner una muralla y que la gente no salga. Yo, moralmente, no lo puedo concebir. Pero es esa disonancia cognitiva: la persona que era pro-cuarentena y la violaba, pro-muro de Berlín pero del lado del oeste. Es muy bueno el muro, pero para otros, no para mí. No pueden congeniar esas dos cosas.

La cuarentena fue un muro de Berlín en la casa de cada persona. Fue mucho más restrictivo que el muro de Berlín, que te dejaba un país entero. Acá ni siquiera podías salir de tu casa. Fue el muro de Berlín más humillante de la historia de la humanidad: toda la gente encerrada en su casa. Pero además de ser restrictivo, era imposible de hacer. ¿Qué iban a hacer? ¿Ponerte un policía afuera de la casa de cada persona? ¿Te disparaban si salías? No se podía ejecutar. No había que saltar una muralla, ni escapar alambres de púa, ni cavar túneles, ni arriesgar tu vida, ni esquivar balas. Era una muralla mental, totalmente psicológica. Lo único que tenías que hacer para salir de la muralla era abrir la puerta de tu casa y cruzarla. Algo que hiciste un millón de veces. Salir, ir a tomarte un café, irte a comer afuera, pedirte una pizza, tomarte un vino con un amigo. Fue la desobediencia civil más accesible y justificada de la historia. ¿Cómo no va a estar justificado que violes una regla y te tomes un café con un amigo?

En serio, yo me sentía muy solo. No puede ser que esto sea así. Caminaba las calles de la ciudad y era un desierto, todo cerrado, tapeado, las sillas de los restaurantes enfrente. Una locura.

Para mayo, Maslatón ya posteaba fotos de platos de restaurantes clandestinos y hablaba de que iba a romper la cuarentena. Yo estaba buscando restaurantes clandestinos en el barrio, no supe buscar, no supe encontrar, y a través de una persona le mandé un mensaje a Maslatón para que me consiga. Yo quería romper la cuarentena, era muy importante para mí hacer todo lo posible para desobedecerla. Me respondió en algún momento de mayo, llegué a un restaurante donde había dos mesas: una para mí y mi mujer, otra para Maslatón, Mariquita y otras personas. No lo comparto de botón, ya pasaron cinco años, pero escribió todo y yo estoy agradecido por Maslatón por esto. Hizo algo espectacular por mí. Tengo una eterna gratitud por él por eso, por el significado del restaurante, de luchar por la libertad, de no sentirme solo, de saber que había alguien que me iba a ayudar.

Viví en San Francisco mucho tiempo, cuna del speakeasy, los bares ilegales de la época de la prohibición del alcohol. San Francisco era el lugar donde se luchaba contra las restricciones del gobierno tomándote una birra, un vino, un whisky. Y en San Francisco no se hizo esto, la gente acató las reglas de la cuarentena. Pero yo dije: "Voy a hacer el speakeasy, voy a ir y saber que si hubiese vivido la prohibición hubiese roto las reglas del Estado". Estaba dispuesto a desobedecer, a riesgo personal, a riesgo de que me arresten, de que me humillen, de que me ataquen.

En la cena del restaurante clandestino, le hablé a los mozos: "Ustedes la tienen que estar pasando horrible". Yo trabajaba en software, remoto, zafaba, pero el tipo que trabajaba en gastronómico, que encima es una industria de muy bajos márgenes, la debía estar pasando horrible. Le preguntaba cómo sobrevivían y me dice: "Estamos haciendo lo que podemos, más o menos zafamos y vivimos haciendo cenas privadas". "¿Clandestinas?" "No, no, clandestinas no, porque son para políticos". Qué bronca me dio. El sentido de rebeldía se multiplicaba por 10. Ya se sabía en mayo, era parte de los círculos de información, que los políticos no tenían por qué cumplir la cuarentena.


El final de la cuarentena y el revisionismo

Entre mayo y julio de 2020 las restricciones se fueron aflojando porque la gente no las podía cumplir. Ya en un momento podías pedir comida para llevar, tomarlo por ventanilla. Yo iba a la Tente en Cañitas, se juntaba gente ahí, un ritual era ir a hablar con los mismos vecinos, algo que no hice nunca en mi vida y no volví a hacer. La gente estaba hambrienta por conexión social. Aún así, si había mucha gente, los vecinos te denunciaban y venía la policía: "No te podés sentar ahí, el café lo tenés que pedir y llevártelo". Era como violar la cuarentena quedarte parado tomando un café hablando con otra persona. Horrible.

La cuarentena era oficial, Argentina seguía en cuarentena oficial, negocios y espacios públicos cerrados. Pero la libertad iba subiendo de a poquito, la gente salió del pánico y empezó a decir: "Ya está, no puedo vivir toda mi vida así", y empezó a romper un poquito cada vez más. Mi Airbnb tenía reuniones frecuentes, no hacía fiestas de 20 personas, pero cada dos días venía una persona.

Nosotros desde un principio estábamos en Argentina temporalmente porque queríamos volver a Estados Unidos. Conseguí la oferta de Robinhood, fue una negociación larguísima porque no se sabía a dónde iba a ir. Me dijeron que iban a abrir la oficina, que no iba a ser remote, que tenía que mudarme cerca de la oficina. El 24 de julio viajé para allá, me tuve que mudar y Robinhood no abrió la oficina en un año y medio después, y dos meses después de que me fui, fueron full remote. Me recagaron.

En esa época ya tenía la oferta, me quería ir para Menlo Park, para Estados Unidos, y ahora el tema era salir del país. Todos los medios sacaban una nota de que estaba prohibido, que no se podía salir del país, y era mentira. Aerolíneas te vendía vuelos, salía un vuelo a Miami todos los jueves. Me compré el vuelo, tenía el vuelo de Argentina para Miami mientras leía en Clarín: "Los vuelos están prohibidos, no se puede viajar". Qué bronca.

Voy al vuelo de Miami el 24 de julio, estoy en Ezeiza, paso por migraciones y me dan una hoja: "Si querés pasar por migraciones tenés que firmar esta carta". Era una declaración jurada donde renunciaba a mi derecho de volver a Argentina. Nunca me voy a olvidar de esa carta. Era un proceso de humillación: "Vos te vas y no volvés". ¿Por qué? Porque habían cerrado todos los vuelos y era un quilombo para ellos traer gente. Generaron el problema y después te decían: "Vos te querés ir, tenés que renunciar a tu derecho constitucional de volver a Argentina". Cuando me dieron eso, me dieron más ganas de irme. Sentí: "No tengo por qué respetar estas normas de mierda". Firmo eso, me subo a un avión a Miami que estaba hasta las pelotas, no había un asiento libre. Todo el mundo se estaba escapando, la gente que podía se iba, sabiendo que no ibas a poder volver.

Por esa razón, porque no se podía volver, tus primeros años, Luni, no te visitaron tus abuelos, no te podían visitar porque si venían no podían volver. Tus primeros dos años prácticamente no te visitó nadie. Nosotros éramos padres primerizos, queríamos que alguien nos ayude. Decidí muy rápidamente, dos meses antes del vuelo, buscar una niñera y nos la llevamos con nosotros, para tener esas manos extra que no íbamos a tener por la familia. En Argentina tampoco teníamos familia porque ni mi mamá ni la mamá de Vicky podían salir de su casa, eran población de riesgo. Elegimos una niñera, entrevistamos a varias personas, fue una decisión rápida. La conociste en Argentina primero, tenemos un video de vos dándole zapallo a ella, ella dándote zapallo a vos. Así conociste a Fefi, que nos acompañó un año en Menlo Park.

Cuando llegamos a Estados Unidos fue totalmente distinto. Pasamos la frontera, migraciones, nos quedamos un día en Miami para hacer un espacio entre los vuelos. No sabíamos qué tan difícil iba a ser volar con vos con siete u ocho meses. En el aeropuerto estaba todo normal. En Miami estaba todo normal, la gente salía a la calle. El contraste de que todo el mundo tenía miedo de salir a la calle versus un lugar donde nunca se prohibió. Se cerraron negocios, se pusieron restricciones, pero podías salir a la calle, a espacios públicos.

De ahí nos tomamos un vuelo de Miami a California, que estaba vacío, menos de diez personas en el avión, y ya se sentía totalmente distinto. Ahora estábamos en un lugar donde no me estaban persiguiendo. Conseguimos un Airbnb primero, te llevamos a una plaza. A los siete meses conociste tu primera plaza. No habías conocido lo que era una plaza pública, porque estaban todas cerradas en Argentina.

Para fin de 2020 se anunciaría ya una vacuna contra el COVID y un plan de vacunación global inédito. Era una vacuna innovadora, con una coordinación de producción y distribución impresionante, que reducía enormemente las chances de mortalidad de COVID, especialmente para las poblaciones de riesgo. Eso empezó a cambiar la tendencia a la cuarentena, porque ya habían pasado ocho meses. Las restricciones cada vez eran menores, tanto en Argentina como en el mundo, pero todavía había restricciones como negocios, bares, fiestas. La vacuna cambió esa sensación de que esto no tiene fin, cambió: hay una luz al final del túnel.

Pero en Argentina la cuarentena siguió. Siguió más de un año y efectivamente Argentina tuvo la cuarentena más larga del mundo. Millones de chicos y adolescentes y estudiantes universitarios perdieron uno o dos años de educación curricular completamente. Perdieron vida social, amigos, networking. Los chicos perdieron habilidades cognitivas, entre los uno y cinco años hablaban menos, entre los seis y diez años usaban muchísimo la pantalla, hizo muchísimo daño. Pico de depresión, pico de suicidios, errores. Un daño terrible a la gente menor de edad, que no tenía riesgo de COVID. Fue ganadores y perdedores: ganadores del encierro, los grandes; perdedores, los chicos. Se eligió sacrificar a los chicos.

El fin simbólico en Argentina no fueron las vacunas, porque fue todo un tema político, que no se querían usar las vacunas del lado americano. El fin simbólico de la cuarentena fue agosto de 2021, cuando se destapa que el presidente había tenido una fiesta de cumpleaños en Olivos durante la parte más dura de la cuarentena, en julio de 2020. Mientras él te denunciaba que si violabas el DNU te iba a hacer una causa y mandar a la policía, él ya estaba rompiendo la cuarentena con la mujer y los amigos. Eso marcó un quiebre en la historia colectiva: "Me asusté, sobre reaccionamos, pero lo que hizo el Estado estuvo bien", y cuando pasó esto es: "Ah, estos tipos que me encerraban en mi casa hacían lo que se les cantaba". Eso rompió completamente la legitimidad de la cuarentena. Nadie la cumplía, nadie la quería hacer cumplir, se fue todo para cualquier lado.

Nosotros volvimos a Argentina en octubre/noviembre de 2021, es decir, 20 meses después de que empezó la cuarentena fue el momento donde ya podíamos volver. Muchos de tus parientes, Luni, sería la primera vez que te venían a hablar, decir las primeras palabras o sonidos, no hablabas mucho, pero sí caminar, era la primera vez que te veían caminar. El camino a la normalización ya estaba preparado, se estaban ordenando y arreglando un montón de cosas, las restricciones se levantaban porque la gente ya no las cumplía. Ese año hubo elecciones legislativas donde el oficialismo perdió por tanto que abandonó completamente la cuarentena, porque sabía que le estaba costando votos.


Revisionismo histórico y consecuencias

Al principio del episodio hablo sobre preguntarle a mis papás cómo fue vivir la dictadura del 76 o preguntarle a gente de esa generación cómo fue la hiperinflación o la dictadura. Todas las historias tienen revisionismo histórico, toda la gente que te cuenta cómo fue, inclusive yo, le ponemos nuestro tinte, lo que queremos contar, la parte de la historia que queremos hacer. Mostramos lo que queremos mostrar, es natural.

Me acuerdo que le pregunté a mi mamá cómo percibió la dictadura. Algo que dicen muchos argentinos es que se vivía muy seguro. Ella me decía: "No es que tenías miedo al crimen en general, lo que tenías miedo era a las bombas. Tenías miedo de que ibas a un colectivo y podía haber una bomba". Lo que el revisionismo nunca te quiere decir, especialmente el argentino, es que la dictadura del 76 tenía mucho apoyo popular. La gente lo apoyaba, estaba a favor. Por eso fue tan difícil dar la vuelta, por eso fue tan difícil años después hacer un juicio y convencer a la gente que valía la pena hablar de este tema, enjuiciar a la gente, trabajarlo. Era como que "ya pasó, la dictadura fue un mal momento, ya pasó".

Del juicio a la junta militar surgió la frase "memoria, verdad y justicia", sobre la dictadura que hizo estragos en la sociedad argentina. El lema fue pionero, y también el juicio fue pionero en el mundo, porque fue el único país en el mundo que le hizo un juicio a los dictadores de su propio país. En general, los países por temas de poder no pueden hacerle juicio a sus dictadores, porque es parte de la negociación para que no te vuelvan a hacer quilombos. Argentina fue único y pionero en el mundo con esto.

Lo loco de la pandemia es que fue un revisionismo histórico vivido en simultáneo. Vos estabas viviéndolo y te estaban contando la historia que tenías que contar de la pandemia, que no encajaba con lo que vos veías. Te decían los medios que no había vuelos y había vuelos, que laves tus paquetes de papas fritas, que las plazas eran peligrosas, que los chicos estaban en peligro en las escuelas, y todo esto que te decían era mentira. Te decían que era un encierro para protegerte a vos, que también era mentira, que sabían que era mentira.

Hasta Hollywood, toda la producción mediática de shows estaba metida en esto, porque necesitaban su permiso para grabar, no sé cuáles fueron sus incentivos, pero la pandemia estaba borrada de la ficción. Todos los shows 2020-2021 se grabaron sin hablar de la pandemia, sin máscaras, sin retratar lo que pasaba. Se borró del mapa. Vos estabas viviendo encerrado en tu casa con una máscara y tenías que fumarte un show donde pretendían que estaba todo normal. Se intentó borrar a la gente, hacer que se olvide de la pandemia, y se le estaba haciendo gaslighting a la población, se le mentía para que crean cosas que sabían que eran falsas. Pero lo que no se podía borrar eran las consecuencias: los millones de chicos que perdieron años de escolaridad, los chicos con problemas cognitivos, las economías hiper golpeadas, porque no sé qué se imaginaban que iba a pasar si la gente dejaba de trabajar y producir, que venía plata del Estado y iba a funcionar. Obviamente no funcionó. Argentina entró en una crisis profunda y Estados Unidos también entró en una crisis inflacionaria por primera vez en 50-60 años. No funciona no trabajar. Ojalá funcionase, pero no funciona.

Los protocolos de salud demostraron que el protocolo original mataba a mucha gente, era muy inefectivo y ponía en peligro a la gente. Se moría mucha más gente en el hospital que afuera. Eso nunca se volvió a hablar. Nunca se volvió a hablar de que la medicina tradicional hizo las cosas muy mal. Hay gente que perdió a sus seres queridos y no pudo decirles chau, fallecieron en un hospital solos, encerrados. La gente perdió a sus abuelos, padres, hermanos. Hay gente que se murió tratando de evitar la cuarentena, gente que fue atrapada por la policía y la policía, en exceso de violencia, los mató. Gente que, con las fronteras cerradas, quería volver a su familia y se murió desobedeciendo.

En Argentina se declararon más de 100.000 personas fallecidas por el COVID. Pero eso es preocupante, porque en esa época a toda persona que fallecía le ponían que tenía COVID. ¿Por qué? Por los incentivos: querían inflar los números, era parte de la narrativa política. Mientras más muertos por COVID, más miedo iba a tener la gente. Entonces, se moría por cualquier cosa y ponían COVID. ¿Y cuánta gente se murió por mala praxis de los médicos? ¿Por abuso policial? ¿Por abandono, por depresión? ¿Por causa de la cuarentena? No lo vamos a saber nunca, porque le pusieron COVID y los enterraron.

La escala de la violación fue tan grande que están todos invertidos en no reconocerla. Porque reconocer que se mató mucha gente con la cuarentena significa aceptar que abogados lo apoyaron, médicos, administradores públicos, gente supuestamente de buen estatus social, ciudadanos, participaron de un gran homicidio, hasta genocidio diría, con decenas de miles de muertos. ¿Quién va a hacerse responsable de eso? ¿Quién va a hacerse responsable de toda la gente que murió por culpa del control estatal?

El apoyo de la cuarentena fue tan grande que le daría a la gente vergüenza darse cuenta que lo apoyaron, igual que pasó con la dictadura del 76 en Argentina.

A fecha de hoy, el presidente Alberto Fernández recibió un juicio, fue enjuiciado por su violación de la cuarentena de julio de 2020 y fue condenado o llegó a un arreglo con la justicia donde tiene que donar 1.3 millones de pesos. ¿Ese fue su arreglo? ¿Ese fue el precio de violar la constitución? El precio de la libertad de los 40 millones de argentinos fue 1.3 millones de pesos. Hasta acá llegó la responsabilidad máxima de la última dictadura argentina.

Argentina abandonó completamente su legado de memoria, verdad y justicia. Se quiere olvidar, no quiere llevar a los responsables, no quiere saber qué pasó, no quiere saber nada. Pero yo no me voy a olvidar y yo no les voy a perdonar lo que hicieron, porque el precio de la libertad es la eterna vigilancia.


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